El piloto ruso

Fuente: aviacionsobreespana.blogspot.com.es

Cuando le dijeron que lo destinaban a España tuvo que mirar el mapa para ver dónde estaba ese país. Se sumaría al contingente de pilotos que Rusia enviaba como ayuda al bando republicano en la Guerra Civil española. Entendió aquello como una oportunidad y una aventura. Y, además, lucharía contra el fascismo. Su aparato sería un viejo aeroplano de caza que, por su pequeño morro, era llamado “Chato” por los pilotos.
Fue destinado al aeródromo de Albacete. Estando allí conoció a una joven, casi una adolescente, que se enamoró locamente de él. Alto, rubio, ojos azules… como un actor de cine, y, además, piloto. Pero la relación estaba predestinada a la imposibilidad: nunca podría ser aceptado por la familia de ella. Muy religiosa y partidaria sin mucho disimulo de los nacionales, jamás vería bien a un muchacho ateo, ruso y comunista.
–¡Si la niña sigue con el comunista, la encierro en un convento! –vociferaba el padre.
La madre y las tías, muy preocupadas, le hacían rezar el rosario todos los días y le colgaban escapularios para ahuyentar al pecado de la carne.
Se acababa su período de servicio y pronto volvería a Rusia. En una tarde otoñal, ella logró burlar la vigilancia de la carabina mientras él la esperaba donde siempre. Un beso, cálido y profundo, y un largo abrazo sellaron su despedida. Su amor fue breve, pero ella nunca olvidó ni sus labios ni sus ojos.

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